Isla tiberina

Isla tiberina

Esta pequeña isla en mitad del río es más importante de lo que parece. Con toda probabilidad, ella fue el motivo por el que Roma se fundó en este lugar, pues la presencia de un islote rocoso en medio del cauce hacía más fácil vadear el río.

Es natural, por tanto, que la isla tiberina fuera habitada desde el principio. Se sabe también que desde los primeros años de la República, la isla albergaba un templo dedicado a Esculapio, el dios de la medicina, al que se representaba junto a una serpiente enroscada a un bastón. El aislamiento de este islote hacía de él un lugar muy adecuado para alojar a los enfermos contagiosos. Sobre las ruinas del templo de Esculapio se asienta, desde finales del siglo IX, la iglesia de San Bartolomé. En la actualidad, la presencia de varios complejos hospitalarios y una farmacia siguen manteniendo la tradición sanitaria multisecular de esta isla.

La isla es minúscula, y merece sin duda una visita, tanto para entrar en la iglesia de San Bartolomé como para admirar los dos puentes, ambos de origen romano, y para pasear por la terraza junto al agua, obteniendo una visión distinta de las orillas del río y de los puentes.

Plaza de San Bartolomé

Ante la iglesia se abre una agradable placita con una escultura en su centro, en el mismo sitio que debió ocupar en la antigüedad el obelisco. Aquel obelisco, situado frente al templo de Esculapio, simulaba el mástil de un barco, y toda la isla tenía en aquella época forma de barco (todavía hoy quedan restos de esa decoración).

El actual monumento, en forma de aguja, fue erigido por Pío IX en 1869 y es, por tanto, una de las últimas realizaciones papales en la ciudad de Roma, que en 1870 sería tomada por las tropas de Garibaldi.

Contiene cuatro esculturas en otras tantas hornacinas. La más impactante representa a San Juan de Dios llevando en brazos a un enfermo. Este santo fundó en el siglo XVI los Fatebenefratelli, la orden hospitalaria que ha gestionado el hospital de la isla hasta el año 2022.

Iglesia de San Bartolomé

La iglesia fue erigida en los últimos años del siglo X por el emperador germano Otón III y dedicada al mártir San Adalberto. Pero en el año 1000, con la iglesia recién construida, recibió unas reliquias de singular importancia: nada menos que el cuerpo del apóstol San Bartolomé. E inmediatamente cambió la advocación del templo.

La iglesia ha sufrido numerosas restauraciones, a causa de las crecidas del Tíber. El aspecto actual del edificio se debe a la remodelación que sufrió en época barroca. Al exterior, conserva el campanario del siglo XII, como tantas iglesias romanas. Una inscripción recuerda las preciosas reliquias que contiene iglesia.

En el interior hay varios elementos destacados:

  • Las columnas del templo, que podrían proceder del antiguo templo de Esculapio.
  • La urna de pórfido con las reliquias del apóstol.
  • El brocal de un profundo pozo, ubicado en plena escalinata del presbiterio, es una valiosa pieza medieval, con la talla de cuatro figuras: el Salvador de frente, a los lados San Adalberto (primer titular de la iglesia) y San Bartolomé, y por último el emperador Otón III.

La iglesia se dedica hoy a la memoria de los mártires del siglo XX y XXI.

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